CLAVES DE MENSAJES

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miércoles, 19 de febrero de 2014

131211 PETER DUNOV ~ EN EL REINO DE LA NATURALEZA VIVA



EN EL REINO DE LA NATURALEZA VIVA
POR EL MAESTRO PETER DUNOV 6ta parte
11 de diciembre de 2013
3ra parte: 
4ta parte:  
5ta parte: 

6ta Parte:  http://www.omraam.es/

LA MENTE, EL CORAZÓN Y LA VOLUNTAD SU INFLUENCIA EN LA VIDA. FORMA, CONTENIDO Y SIGNIFICADO DE LA VIDA
Podemos considerar estos principios de la vida humana como tres grandes fuerzas que trabajan para su construcción. Solas por sí mimas son invisibles y no podemos hacerlas tangibles y experienciarlas como fuerzas materiales, pero se manifiestan en los tres principales sistemas del organismo humano, donde podemos tener una idea de su expresión  y actividad. El principio de la mente o poder de la vida mental depende del sistema nervioso cerebral, en el que el cerebro, el sistema nervioso y los sentidos del hombre juegan el papel principal.
El principio del corazón o poder de la sensibilidad, está relacionado con los sistemas respiratorio y digestivo, en los que los pulmones, el estómago y los vasos sanguíneos desempeñan el papel primordial. Están conectados con los sentimientos humanos.
La voluntad humana, que depende de su facultad más elevada, la razón, es un poder que se manifiesta  en el llamado sistema motriz, en el que los huesos, los músculos, los ligamentos y los miembros desempeñan la parte más importante. El hombre es inteligente en tanto en cuanto sabe cómo utilizar las diferentes partes de su cuerpo. Es necesario que su manifestación sea armoniosa. Cuando un organismo actúa de esta manera, decimos que la fuerza racional superior se manifiesta de acuerdo con una ley teológica dentro de la naturaleza.
Pero este principio no funciona salvo en determinados momentos, cuando es necesario. Por ejemplo, el hombre come conforme a los requerimientos de este principio, dado que la comida satisface su hambre y le libra de los sufrimientos a que está expuesto si carece de ella. Pero sólo el alimento apropiado aplaca su hambre. Debe haber una íntima relación con el organismo. Siempre que alguien ingiera algo que no sea conforme a esta ley, después de satisfacer su hambre aparecen diferentes enfermedades. En tales casos, los eruditos dicen que hay ciertas  anomalías causadas por las leyes de  la  naturaleza al  no funcionar regularmente.
El pensamiento, como fuerza consciente de la naturaleza, está relacionado con todos los seres vivientes  que tratan de encontrar el alimento adecuado, lo que significa que buscan condiciones en las cuales puedan vivir y preservarse durante largo tiempo.
Por  eso  podemos constatar  en  todos  los  seres  la  facultad  de  observar y experienciar, son los primeros pioneros de la ciencia. Todo el mundo puede hacer un pequeño experimento para probar la verdad de este aserto: Si echas un anzuelo en una corriente de aguas límpidas, y un habitante de esas aguas, como un pez, por ejemplo pica una vez o dos pero se las arregla para escapar, después recordará siempre la forma del anzuelo y huirá de él siempre para no ser cogido de nuevo. Pueden hacerse otros experimentos: los caracoles van por el jardín y están rodeados de cables eléctricos. Cuando la electricidad circula por los cables, los caracoles que han experimentado la corriente no se aproximarán al cable una segunda vez.
Aquellos que no se han preocupado en observar la naturaleza con atención, creen que los seres inferiores están vacíos de cualquier clase de percepción. Pero el hecho es que algunos de ellos sobrepasan incluso al hombre en sus capacidades receptivas e inteligencia.
Otro ejemplo, si arrancáis un brazo de una estrella de mar, ella sabe cómo producir uno nuevo, mientras que el hombre es incapaz de hacer tal cosa si uno de sus miembros es amputado. Algunos dirán que esto lo hace la naturaleza. Si ello es así, ¿por qué no hace lo mismo con una pierna humana? Por tanto, la estrella de mar tiene algo especial que el hombre no conoce. Cuando un virtuoso interpreta una pieza musical, ¿quién la interpreta en realidad, la naturaleza o el hombre? El hombre, claro. Como individual, es un caso  especial.  No  todo  el  mundo  puede  tocar  como  él.  Su  manera  de interpretar es algo muy suyo. Claro está que no ha adquirido su especialidad en un día, o en un mes, o en un año, se debe a los esfuerzos de varias generaciones de personas que han trabajado en esa dirección, pero uno de ellos fue seleccionado para dar expresión a esa especialidad mediante un acto inteligente, y nosotros decimos que la naturaleza trabaja en su interior.
En el mundo, todos los seres ejercen una influencia hasta un cierto límite, que cambia su entorno, y mediante determinadas actividades, intentan sacar el mejor provecho de las fuerzas depositadas en su naturaleza. Esas actividades no pueden llegar a conocerse en un día incluso por los seres más evolucionados. Se necesitan muchos siglos de esfuerzos continuados, para que la tendencia inteligente depositada originalmente en ellos, pueda llegar a manifestarse.
En  consecuencia,  de  acuerdo  con  la  ley  de  analogía,  considerando  la estructura del cerebro humano, la disposición de sus células, la distribución de sus funciones, las ramificaciones del sistema nervioso, que se expanden por todo el cuerpo, podemos tener una idea de esa inteligente e individualizada fuerza interior que ha trabajado durante miles de años en la misma dirección para producir ese órgano, uno de los más necesarios para la manifestación del pensamiento humano, para la formación de las sociedades actuales y de la cultura en todas sus manifestaciones, altas y bajas. Doquiera el cerebro es desarrollado, doquiera siga una línea ascendente en su desenvolvimiento, la cultura superior del hombre se manifestará. Pero si sigue una línea involutiva, se forman las llamadas culturas inferiores. Por eso, el camino evolutivo es considerado como el mal.
Podemos valernos de  una  comparación: el  lobo  se  mueve  en  un  camino descendente, mientras que la oveja sigue uno ascendente. Los hombres que siguen el camino ascendente son llamados inteligentes y honorables, mientras que a los que transitan por el camino descendente se les llama incultos y degenerados, y los esfuerzos que hacen siempre se traducen en la causa de algún mal. Las aparentes anomalías que existen en la naturaleza, proceden de tales acciones, lo que demuestra la conculcación de las leyes racionales en el mundo. En un sentido u otro, la vida depende de esas leyes. Por eso, cuando los sabios principios de la naturaleza se deslizan por la vía descendente, todas las formas y organismos inferiores hacen su aparición, lo que constituye la base del comienzo de la ascendente cultura superior del hombre.
La historia de la tierra coincide con la ciencia actual sobre este punto. Durante miles de siglos ha habido una terrible lucha por la supremacía entre las fuerzas inferiores. Todos los océanos, mares, montañas, volcanes, etc., son debidos a esa lucha. Cuando esa guerra interna llegó a su límite, aparecieron las formas superiores, una de las cuales es la forma humana. La evolución de las formas tomó otra dirección a pesar de que aquella lucha todavía no ha terminado. En comparación con el pasado ha sido dominada y ha decrecido miles de veces su intensidad. Pero cuando el desarrollo de las formas superiores alcance su límite, tendremos una nueva cultura que descansará sobre unos cimientos  y leyes completamente diferentes a las que gobiernan el mundo actualmente.
En los momentos actuales, toda la actividad espiritual del hombre en la Tierra está  concentrada  en  las  células  que  componen  el  cerebro.  Por  eso,  es necesario estudiar su higiene. Veamos un sencillo ejemplo. Si tomamos las células llamadas piramidales que forman la parte superior del cerebro, veremos que están conectadas por sus extremidades. Cuando el cerebro está sano, la conexión entre esas células es armoniosa, y por medio de sus extremidades se transmite  la  energía  mental,  actuando  como  vehículo  del  pensamiento. Entonces decimos que el hombre piensa y siente normalmente, es decir, que sus pensamientos y sentimientos encuentran una expresión correcta.
Vamos a hacer ahora una pequeña digresión. Si estudiamos el cerebro como un todo veremos que su parte frontal sirve de manifestación   de la fuerza puramente intelectual. Su parte trasera,  la manifestación del individuo y la familia. Su parte superior, la manifestación de los sentimientos éticos, mientras que las partes laterales sirven de manifestación a los impulsos de la voluntad y a los instintos combativos que algunas veces actúan destructivamente cuando la voluntad no los controla (por voluntad entendemos el poder racional que gobierna).
De todo ello colegimos que cuando todas aquellas células piramidales están armónicamente   conectadas   y   actúan   armónicamente,   la   mente,   los sentimientos y la voluntad actúan de la misma manera. Pero en épocas de fatiga, sobretrabajo o vida irregular, que son frecuentemente el origen de la acumulación de ácido láctico, que paraliza y destruye la actividad de esas células,  podemos  ver  una  contracción  en  los  límites  de  las  células,  que obstruye el flujo normal de la energía mental. En tales condiciones, el hombre, con frecuencia se siente soñoliento y poco inclinado a trabajar, experimenta malestar anímico, se pone nervioso con facilidad y padece varias afecciones de esta clase.
El  que  no  está  familiarizado  con  las  hondas  raíces  del  mundo  orgánico superior, tampoco conoce la actividad del espíritu humano. Éste trabaja según tablas  matemáticas  definidas  que  fueron  creadas  antes  de  la  eternidad  y forman las llamadas divinas e inmutables matemáticas, sobre las que se ha edificado el presente e inmenso universo, cuyas actividades están estricta y sabiamente determinadas.
A veces nos parece que los actos de la naturaleza no son racionales. Esto es debido a la acumulación de los ácidos láctico y úrico, que paralizan hasta cierto grado las células piramidales del cerebro, y así, cuando debemos permanecer despiertos, nos dormimos; cuando debemos actuar, nos ponemos nerviosos, y cuando debemos trabajar, encontramos que la vida es carente de sentido. En ese caso estamos como aquel famoso predicador americano, que sufría del estómago, pero no hacía caso. Sin embargo, cuando el estómago, debido a su mal funcionamiento, empezó a producir ácido láctico y úrico enviándolos al cerebro, con el consiguiente perjuicio para éste, empezó a pensar que todos sus oyentes eran demonios venidos del averno que no entendían nada. Luego les lanzó ardientes filípicas porque no eran capaces de entender cómo hay que vivir. Pero su compasiva audiencia le envió a una clínica donde le hicieron un lavado de estómago con agua caliente, le pusieron a régimen y le sometieron a un tratamiento para eliminar la acidez de su organismo. Su cerebro recuperó el estado normal y pudo volver al  púlpito con un nuevo espíritu, como un hombre resucitado. Al ver a sus feligreses, en vez de ver demonios, le parecieron hermanos y hermanas, y empezó a predicar que el Reino de Dios había venido a la tierra.
Las personas religiosas hubiesen considerado su caso como una posesión demoníaca, y los médicos hubieran dicho que su cerebro estaba trastocado, pero la verdadera razón yacía en el hecho de que no había observado las normas elementales de la alimentación y había dejado que su organismo se emponzoñase con ácido láctico y úrico, que habían afectado perniciosamente la base de sus pensamientos, sentimientos y acciones.
La gente cultivada de ahora discute acerca de si Dios existe o no, exigiendo pruebas  de  Su  existencia.  Pero  la  cuestión  es  clara:  cuando  la  vida  se desarrolla según las leyes matemáticas del alma humana, leyes que fueron creadas con anterioridad a la misma eternidad; cuando los pensamientos y sentimientos son juiciosos y producen un efecto positivo sobre un hombre y los que le rodean, es que Dios existe sin ninguna clase de duda. Pero cuando esas leyes son quebrantadas y el cerebro está impregnado de ácidos y de ello resulta que la vida se manifiesta negativamente para el hombre y su entorno, uno dice entonces que Dios no existe, y los jueces toman su lugar. Pero si Dios está allí, no hace falta ningún juez.
Por eso, desde ese punto de vista, creemos que todas las manifestaciones anormales – la mentira, el robo, el asesinato, la envidia, el odio, etc. se deben a la acumulación irracional en el hombre de esos ácidos superfluos.  Por eso, los búlgaros prudentes dicen: “Se ha vuelto muy agrio”, o “cómo ha fermentado”. En consecuencia, la vida normal empezará cuando evitemos que la gente se vuelva agria.
En este sentido, para que las células piramidales puedan colocarse adecuadamente, debemos estar siempre imbuidos de nobles aspiraciones y esfuerzos en la vida, alimentarnos de un modo sencillo y escoger siempre los alimentos más provechosos.
Cuando las mencionadas células piramidales y   las células cerebrales están sanas y funcionan con regularidad, nuestra cabeza y nuestra cara adoptan una forma correcta, nuestros miembros se vuelven simétricos, los pulmones y el estómago funcionan bien, y en general, uno se encuentra en una excelente disposición de ánimo., se siente revigorizado y preparado para sacrificarse por los demás. Sólo un hombre de buen sentido puede sacrificarse, mientras que el hombre carente de razonamiento es sacrificado por las fuerzas que le rodean.
Esto es lo que a la gente le ocurre hoy día en la tierra: la naturaleza los sacrifica, es decir, toma sus vidas. Hasta ahora, ninguna teoría científica ha descubierto la manera de escapar de ese mal. Durante miles de años, los hombres han estado sufriendo y muriendo. En ellos crecen las enfermedades más terribles, son presa de los peores tormentos y su vida exterior está llena de acontecimientos indeseables, pero hasta ahora no podemos averiguar las verdaderas causas de todo ello, y nos consolamos diciendo cosas tales como: “ésta es la forma en que Dios ha creado el mundo”, o “es un mal inevitable que hay en la naturaleza”, como los racionalistas tratan de asegurarnos. Los escolásticos  afirman  que  esto  es  una  mera  ilusión,  mientras  que  los materialistas sostienen que este mal se debe a las condiciones de nuestra vida exterior. Bien, será una ilusión, pero tan tangible que hace llorar a todo el mundo.
Nuestra situación se asemeja a la de un ministro que sostenía que el dinero no es necesario, que es una ilusión. Un día, uno de sus oyentes le robó, y el ministro  andaba  quejándose  de  que  alguien  le  había  robado  el  dinero. Entonces, la persona que le había robado, le dijo: “¿Por qué te quejas? Te has librado de algo innecesario en la vida.” El dinero es un ardid humano para hacer que la gente trabaje. Sirve como un intercambio de sus energías, como un  medio de  intercomunicación, como un estímulo  para trabajar.  Pero  tan pronto como el papel del dinero, que es circular de una manera determinada, se detiene, y se vuelve entonces un instrumento del crimen, de desgracias, de violación de la conciencia humana y suplicio de los débiles, decimos que el dinero no es necesario.
Consecuentemente, debemos retornar a nuestra paz de espíritu, buscar en nosotros lo que es verdaderamente conforme a nuestra inteligencia superior, no  a  través  del  rechazo,  sino  de  la  permisión,  no  por  el  método  de  la destrucción sino por el de la construcción, no por medio del odio y la envidia, sino por el del amor y nobleza, mediante las virtudes ocultas en el espíritu humano. Cuando empecemos a estudiar inteligentemente la viviente y sabia naturaleza y veamos en cada ser viviente un alma, una conciencia viva, estaremos cerca de la solución del gran problema de la vida, sabremos cómo emplear nuestra inteligencia, nuestro corazón y nuestra voluntad. El intelecto, para examinar las condiciones de la vida misma. El corazón, para la búsqueda
y hallazgo de una idea justa de los contenidos de esta vida. Y la voluntad, para darnos a nosotros mismos una estimación de los resultantes de la vida. Hay que comprender que toda forma es necesaria para la manifestación de un determinado contenido, pues el contenido es indispensable para la explicación del significado interno de la vida. Consecuentemente, la forma, el contenido y el significado, están íntimamente unidos: la forma con el intelecto, el contenido con el corazón, y el significado, con la voluntad humana.
Cuando pensamos correctamente, cuando nuestro pensamiento es adecuado, ello significa que tenemos todas las bellas y adecuadas formas en las que podemos colocar el divino contenido de la vida. Tan pronto tengamos este contenido,  nuestro  corazón  empezará  a  manifestarse  normalmente  y  las células piramidales trabajarán al unísono. Pero una vez consigamos el contenido, tendremos también el poder interno que dará sentido a la vida, aquel sentido en el que la voluntad humana puede manifestarse. Solamente cuando usemos nuestra voluntad sabiamente, podremos vivir una vida plena de significado. Por tanto, pensar, sentir y actuar correctamente es indispensable para el funcionamiento adecuado de la mente, el corazón y la voluntad.

 

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