EN EL REINO DE LA NATURALEZA VIVA
POR EL
MAESTRO PETER DUNOV 6ta
parte
11
de diciembre de 2013
1ra
parte:
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2da
parte:
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3ra
parte:
4ta
parte:
5ta
parte:
6ta Parte: http://www.omraam.es/
LA MENTE, EL CORAZÓN Y LA VOLUNTAD SU
INFLUENCIA EN LA VIDA. FORMA, CONTENIDO Y SIGNIFICADO DE LA VIDA
Podemos considerar estos
principios de la vida humana como tres grandes fuerzas que trabajan para su
construcción. Solas por sí mimas son invisibles y no podemos hacerlas tangibles
y experienciarlas como fuerzas materiales, pero se manifiestan en los tres
principales sistemas del organismo humano, donde podemos tener una idea de su
expresión y actividad. El principio de
la mente o poder de la vida mental depende del sistema nervioso cerebral, en el
que el cerebro, el sistema nervioso y los sentidos del hombre juegan el papel
principal.
El principio del corazón o
poder de la sensibilidad, está relacionado con los sistemas respiratorio y
digestivo, en los que los pulmones, el estómago y los vasos sanguíneos
desempeñan el papel primordial. Están conectados con los sentimientos humanos.
La voluntad humana, que
depende de su facultad más elevada, la razón, es un poder que se
manifiesta en el llamado sistema motriz,
en el que los huesos, los músculos, los ligamentos y los miembros desempeñan la
parte más importante. El hombre es inteligente en tanto en cuanto sabe cómo
utilizar las diferentes partes de su cuerpo. Es necesario que su manifestación
sea armoniosa. Cuando un organismo actúa de esta manera, decimos que la fuerza
racional superior se manifiesta de acuerdo con una ley teológica dentro de la
naturaleza.
Pero este principio no
funciona salvo en determinados momentos, cuando es necesario. Por ejemplo, el
hombre come conforme a los requerimientos de este principio, dado que la comida
satisface su hambre y le libra de los sufrimientos a que está expuesto si
carece de ella. Pero sólo el alimento apropiado aplaca su hambre. Debe haber
una íntima relación con el organismo. Siempre que alguien ingiera algo que no
sea conforme a esta ley, después de satisfacer su hambre aparecen diferentes
enfermedades. En tales casos, los eruditos dicen que hay ciertas anomalías causadas por las leyes de la
naturaleza al no funcionar
regularmente.
El pensamiento, como fuerza
consciente de la naturaleza, está relacionado con todos los seres
vivientes que tratan de encontrar el
alimento adecuado, lo que significa que buscan condiciones en las cuales puedan
vivir y preservarse durante largo tiempo.
Por eso
podemos constatar en todos
los seres la
facultad de observar y experienciar, son los primeros pioneros
de la ciencia. Todo el mundo puede hacer un pequeño experimento para probar la
verdad de este aserto: Si echas un anzuelo en una corriente de aguas límpidas,
y un habitante de esas aguas, como un pez, por ejemplo pica una vez o dos pero
se las arregla para escapar, después recordará siempre la forma del anzuelo y
huirá de él siempre para no ser cogido de nuevo. Pueden hacerse otros
experimentos: los caracoles van por el jardín y están rodeados de cables
eléctricos. Cuando la electricidad circula por los cables, los caracoles que
han experimentado la corriente no se aproximarán al cable una segunda vez.
Aquellos que no se han
preocupado en observar la naturaleza con atención, creen que los seres
inferiores están vacíos de cualquier clase de percepción. Pero el hecho es que
algunos de ellos sobrepasan incluso al hombre en sus capacidades receptivas e
inteligencia.
Otro ejemplo, si arrancáis
un brazo de una estrella de mar, ella sabe cómo producir uno nuevo, mientras
que el hombre es incapaz de hacer tal cosa si uno de sus miembros es amputado.
Algunos dirán que esto lo hace la naturaleza. Si ello es así, ¿por qué no hace
lo mismo con una pierna humana? Por tanto, la estrella de mar tiene algo
especial que el hombre no conoce. Cuando un virtuoso interpreta una pieza
musical, ¿quién la interpreta en realidad, la naturaleza o el hombre? El
hombre, claro. Como individual, es un caso
especial. No todo
el mundo puede
tocar como él.
Su manera de interpretar es algo muy suyo. Claro está
que no ha adquirido su especialidad en un día, o en un mes, o en un año, se
debe a los esfuerzos de varias generaciones de personas que han trabajado en
esa dirección, pero uno de ellos fue seleccionado para dar expresión a esa
especialidad mediante un acto inteligente, y nosotros decimos que la naturaleza
trabaja en su interior.
En el mundo, todos los seres
ejercen una influencia hasta un cierto límite, que cambia su entorno, y
mediante determinadas actividades, intentan sacar el mejor provecho de las
fuerzas depositadas en su naturaleza. Esas actividades no pueden llegar a
conocerse en un día incluso por los seres más evolucionados. Se necesitan
muchos siglos de esfuerzos continuados, para que la tendencia inteligente
depositada originalmente en ellos, pueda llegar a manifestarse.
En consecuencia,
de acuerdo con la ley
de analogía, considerando
la estructura del cerebro humano, la disposición de sus células, la
distribución de sus funciones, las ramificaciones del sistema nervioso, que se
expanden por todo el cuerpo, podemos tener una idea de esa inteligente e
individualizada fuerza interior que ha trabajado durante miles de años en la
misma dirección para producir ese órgano, uno de los más necesarios para la
manifestación del pensamiento humano, para la formación de las sociedades
actuales y de la cultura en todas sus manifestaciones, altas y bajas. Doquiera
el cerebro es desarrollado, doquiera siga una línea ascendente en su
desenvolvimiento, la cultura superior del hombre se manifestará. Pero si sigue
una línea involutiva, se forman las llamadas culturas inferiores. Por eso, el
camino evolutivo es considerado como el mal.
Podemos valernos de una
comparación: el lobo se
mueve en un
camino descendente, mientras que la oveja sigue uno ascendente. Los
hombres que siguen el camino ascendente son llamados inteligentes y honorables,
mientras que a los que transitan por el camino descendente se les llama
incultos y degenerados, y los esfuerzos que hacen siempre se traducen en la
causa de algún mal. Las aparentes anomalías que existen en la naturaleza,
proceden de tales acciones, lo que demuestra la conculcación de las leyes
racionales en el mundo. En un sentido u otro, la vida depende de esas leyes.
Por eso, cuando los sabios principios de la naturaleza se deslizan por la vía
descendente, todas las formas y organismos inferiores hacen su aparición, lo
que constituye la base del comienzo de la ascendente cultura superior del
hombre.
La historia de la tierra
coincide con la ciencia actual sobre este punto. Durante miles de siglos ha
habido una terrible lucha por la supremacía entre las fuerzas inferiores. Todos
los océanos, mares, montañas, volcanes, etc., son debidos a esa lucha. Cuando
esa guerra interna llegó a su límite, aparecieron las formas superiores, una de
las cuales es la forma humana. La evolución de las formas tomó otra dirección a
pesar de que aquella lucha todavía no ha terminado. En comparación con el
pasado ha sido dominada y ha decrecido miles de veces su intensidad. Pero
cuando el desarrollo de las formas superiores alcance su límite, tendremos una
nueva cultura que descansará sobre unos cimientos y leyes completamente diferentes a las que
gobiernan el mundo actualmente.
En los momentos actuales,
toda la actividad espiritual del hombre en la Tierra está concentrada
en las células
que componen el
cerebro. Por eso,
es necesario estudiar su higiene. Veamos un sencillo ejemplo. Si tomamos
las células llamadas piramidales que forman la parte superior del cerebro,
veremos que están conectadas por sus extremidades. Cuando el cerebro está sano,
la conexión entre esas células es armoniosa, y por medio de sus extremidades se
transmite la energía
mental, actuando como
vehículo del pensamiento. Entonces decimos que el hombre
piensa y siente normalmente, es decir, que sus pensamientos y sentimientos
encuentran una expresión correcta.
Vamos a hacer ahora una
pequeña digresión. Si estudiamos el cerebro como un todo veremos que su parte
frontal sirve de manifestación de la
fuerza puramente intelectual. Su parte trasera,
la manifestación del individuo y la familia. Su parte superior, la
manifestación de los sentimientos éticos, mientras que las partes laterales
sirven de manifestación a los impulsos de la voluntad y a los instintos
combativos que algunas veces actúan destructivamente cuando la voluntad no los
controla (por voluntad entendemos el poder racional que gobierna).
De todo ello colegimos que
cuando todas aquellas células piramidales están armónicamente conectadas
y actúan armónicamente, la
mente, los sentimientos y la
voluntad actúan de la misma manera. Pero en épocas de fatiga, sobretrabajo o
vida irregular, que son frecuentemente el origen de la acumulación de ácido
láctico, que paraliza y destruye la actividad de esas células, podemos
ver una contracción
en los límites
de las células,
que obstruye el flujo normal de la energía mental. En tales condiciones,
el hombre, con frecuencia se siente soñoliento y poco inclinado a trabajar,
experimenta malestar anímico, se pone nervioso con facilidad y padece varias
afecciones de esta clase.
El que
no está familiarizado
con las hondas
raíces del mundo
orgánico superior, tampoco conoce la actividad del espíritu humano. Éste
trabaja según tablas matemáticas definidas
que fueron creadas
antes de la
eternidad y forman las llamadas
divinas e inmutables matemáticas, sobre las que se ha edificado el presente e
inmenso universo, cuyas actividades están estricta y sabiamente determinadas.
A veces nos parece que los
actos de la naturaleza no son racionales. Esto es debido a la acumulación de
los ácidos láctico y úrico, que paralizan hasta cierto grado las células
piramidales del cerebro, y así, cuando debemos permanecer despiertos, nos
dormimos; cuando debemos actuar, nos ponemos nerviosos, y cuando debemos
trabajar, encontramos que la vida es carente de sentido. En ese caso estamos
como aquel famoso predicador americano, que sufría del estómago, pero no hacía
caso. Sin embargo, cuando el estómago, debido a su mal funcionamiento, empezó a
producir ácido láctico y úrico enviándolos al cerebro, con el consiguiente
perjuicio para éste, empezó a pensar que todos sus oyentes eran demonios
venidos del averno que no entendían nada. Luego les lanzó ardientes filípicas
porque no eran capaces de entender cómo hay que vivir. Pero su compasiva
audiencia le envió a una clínica donde le hicieron un lavado de estómago con
agua caliente, le pusieron a régimen y le sometieron a un tratamiento para
eliminar la acidez de su organismo. Su cerebro recuperó el estado normal y pudo
volver al púlpito con un nuevo espíritu,
como un hombre resucitado. Al ver a sus feligreses, en vez de ver demonios, le
parecieron hermanos y hermanas, y empezó a predicar que el Reino de Dios había
venido a la tierra.
Las personas religiosas
hubiesen considerado su caso como una posesión demoníaca, y los médicos
hubieran dicho que su cerebro estaba trastocado, pero la verdadera razón yacía
en el hecho de que no había observado las normas elementales de la alimentación
y había dejado que su organismo se emponzoñase con ácido láctico y úrico, que
habían afectado perniciosamente la base de sus pensamientos, sentimientos y
acciones.
La gente cultivada de ahora
discute acerca de si Dios existe o no, exigiendo pruebas de
Su existencia. Pero
la cuestión es
clara: cuando la
vida se desarrolla según las
leyes matemáticas del alma humana, leyes que fueron creadas con anterioridad a
la misma eternidad; cuando los pensamientos y sentimientos son juiciosos y
producen un efecto positivo sobre un hombre y los que le rodean, es que Dios
existe sin ninguna clase de duda. Pero cuando esas leyes son quebrantadas y el
cerebro está impregnado de ácidos y de ello resulta que la vida se manifiesta
negativamente para el hombre y su entorno, uno dice entonces que Dios no
existe, y los jueces toman su lugar. Pero si Dios está allí, no hace falta
ningún juez.
Por eso, desde ese punto de
vista, creemos que todas las manifestaciones anormales – la mentira, el robo,
el asesinato, la envidia, el odio, etc. se deben a la acumulación irracional en
el hombre de esos ácidos superfluos. Por
eso, los búlgaros prudentes dicen: “Se ha vuelto muy agrio”, o “cómo ha
fermentado”. En consecuencia, la vida normal empezará cuando evitemos que la
gente se vuelva agria.
En este sentido, para que
las células piramidales puedan colocarse adecuadamente, debemos estar siempre
imbuidos de nobles aspiraciones y esfuerzos en la vida, alimentarnos de un modo
sencillo y escoger siempre los alimentos más provechosos.
Cuando las mencionadas
células piramidales y las células
cerebrales están sanas y funcionan con regularidad, nuestra cabeza y nuestra
cara adoptan una forma correcta, nuestros miembros se vuelven simétricos, los
pulmones y el estómago funcionan bien, y en general, uno se encuentra en una
excelente disposición de ánimo., se siente revigorizado y preparado para
sacrificarse por los demás. Sólo un hombre de buen sentido puede sacrificarse,
mientras que el hombre carente de razonamiento es sacrificado por las fuerzas
que le rodean.
Esto es lo que a la gente le
ocurre hoy día en la tierra: la naturaleza los sacrifica, es decir, toma sus
vidas. Hasta ahora, ninguna teoría científica ha descubierto la manera de
escapar de ese mal. Durante miles de años, los hombres han estado sufriendo y
muriendo. En ellos crecen las enfermedades más terribles, son presa de los
peores tormentos y su vida exterior está llena de acontecimientos indeseables,
pero hasta ahora no podemos averiguar las verdaderas causas de todo ello, y nos
consolamos diciendo cosas tales como: “ésta es la forma en que Dios ha creado
el mundo”, o “es un mal inevitable que hay en la naturaleza”, como los
racionalistas tratan de asegurarnos. Los escolásticos afirman
que esto es
una mera ilusión, mientras
que los materialistas sostienen
que este mal se debe a las condiciones de nuestra vida exterior. Bien, será una
ilusión, pero tan tangible que hace llorar a todo el mundo.
Nuestra situación se asemeja
a la de un ministro que sostenía que el dinero no es necesario, que es una
ilusión. Un día, uno de sus oyentes le robó, y el ministro andaba
quejándose de que
alguien le había
robado el dinero. Entonces, la persona que le había
robado, le dijo: “¿Por qué te quejas? Te has librado de algo innecesario en la
vida.” El dinero es un ardid humano para hacer que la gente trabaje. Sirve como
un intercambio de sus energías, como un
medio de intercomunicación, como
un estímulo para trabajar. Pero
tan pronto como el papel del dinero, que es circular de una manera
determinada, se detiene, y se vuelve entonces un instrumento del crimen, de
desgracias, de violación de la conciencia humana y suplicio de los débiles,
decimos que el dinero no es necesario.
Consecuentemente, debemos
retornar a nuestra paz de espíritu, buscar en nosotros lo que es verdaderamente
conforme a nuestra inteligencia superior, no
a través del
rechazo, sino de
la permisión, no
por el método
de la destrucción sino por el de
la construcción, no por medio del odio y la envidia, sino por el del amor y
nobleza, mediante las virtudes ocultas en el espíritu humano. Cuando empecemos
a estudiar inteligentemente la viviente y sabia naturaleza y veamos en cada ser
viviente un alma, una conciencia viva, estaremos cerca de la solución del gran
problema de la vida, sabremos cómo emplear nuestra inteligencia, nuestro
corazón y nuestra voluntad. El intelecto, para examinar las condiciones de la
vida misma. El corazón, para la búsqueda
y hallazgo de una idea justa
de los contenidos de esta vida. Y la voluntad, para darnos a nosotros mismos
una estimación de los resultantes de la vida. Hay que comprender que toda forma
es necesaria para la manifestación de un determinado contenido, pues el
contenido es indispensable para la explicación del significado interno de la
vida. Consecuentemente, la forma, el contenido y el significado, están
íntimamente unidos: la forma con el intelecto, el contenido con el corazón, y
el significado, con la voluntad humana.
Cuando pensamos
correctamente, cuando nuestro pensamiento es adecuado, ello significa que
tenemos todas las bellas y adecuadas formas en las que podemos colocar el
divino contenido de la vida. Tan pronto tengamos este contenido, nuestro
corazón empezará a
manifestarse normalmente y las
células piramidales trabajarán al unísono. Pero una vez consigamos el
contenido, tendremos también el poder interno que dará sentido a la vida, aquel
sentido en el que la voluntad humana puede manifestarse. Solamente cuando
usemos nuestra voluntad sabiamente, podremos vivir una vida plena de
significado. Por tanto, pensar, sentir y actuar correctamente es indispensable
para el funcionamiento adecuado de la mente, el corazón y la voluntad.
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