MENSAJE
DEL MAESTRO DJWAL KHUL: EL CAMINO DE LA VIDA.
Canalizado
por Fernanda Abundes
Maravillado de la invitación…
Cuando vuelves a sentir un
cuerpo humano recuerdas que hay cosas muy fascinantes de la existencia de
aquellos que se quejan de estar ahí y es que siempre cuando uno es humano,
considera que hay muchas cosas del otro lado que todos describen pero que nadie
comprende que son buenas. Y es ahí cuando yo también pensaba: ¿y qué hay del
otro lado? seguro será el túnel, seguro será un jardín, quizá es verdad que
existe un río, o quizá de verdad caminas entre las nubes, o quizás pueda ser
que exista mucho calor si es que tengo que ir abajo. ¿Será abajo?, ¿será
arriba?… Cuando de pronto haces cosas malas consideras que es cierto que
tendrás que ir a un lugar con demasiado calor y que entonces no te sentirás
feliz y te arrepentirás de las cosas que hiciste y entonces, algunos piensan
que no, que si eres bueno irás arriba. Hacia arriba o hacia abajo, ¡que
complejo!
Muchas veces, no se valora la
situación y entonces ¿cómo entenderlo? De verdad aquello que sigue después de…,
¿es algo que se entiende como arriba y abajo?, ¿se encuadra en una filosofía?,
¿es más abierto?, ¿de verdad existe algo o sólo es una esfera?, ¿sólo eres una
esfera de energía o eres algo más?, ¿o partes de un Todo y vuelves al Todo o no
vuelves a nada?; bien, es todo aquello que resulta después de…
Pero ¿cómo saberlo si ahora
soy humano? seguro debo de recordarlo si vengo de ahí, pero ¿cómo entenderlo en
mi mente?
Es muy sencillo… de pronto
estando ahí, caminando, caminando, caminando con aquel gran ser, el Maestro,
ese que decía que las cosas eran más simples de lo que parecían; pero que
debían de valorarse como si fueran las más complejas. Eso no se entendía al
principio; pero ¿cómo saberlo? Bien, Él lo decía así: las cosas más simples
deben de valorarse, son las más sencillas pero también deben entenderse como si
fueran las más complejas.
Era muy difícil, pero Él me
decía:
– Tienes que tener una gran
misión…
– ¿y cómo era una gran misión?
– Entender que hay del otro
lado.
– Pero, como entender que hay
del otro lado, ¿quieres que muera y regrese?, entonces ¿quieres que sea el
portavoz de aquello que dices que es tan maravilloso?
Y Él decía:
– No; tienes que ir del otro
lado, a la verdadera existencia.
– por eso, ¿quieres que muera
y regrese? entonces podré escribir libros y decir: es el primer humano que ha
vuelto. Pero puedes darme algo para que pueda grabar las imágenes para que vean
que es real y que no sólo es una situación de que quiero que me reconozcan.
Y decía Él:
– Estás pensando mucho como
humano, sigues pensando en que necesitas que ellos te crean para que de verdad
vean que “ya fuiste”.
– ¿estás hablando de que iré
al más allá, al paraíso?
– No, quiero que vayas más
allá de lo que conoces.
– ¿Quieres que muera y vuelva?
Y decía:
– Bien, tienes todas las
características de un humano, preguntas demasiado y entiendes poco.
– ¿me estás diciendo que gozo
de poca sabiduría?
– No, gozas de sabiduría pero
te falta inteligencia.
– es lo mismo.
– No, gozas de sabiduría pero
te falta inteligencia. Tienes que ir más allá; pero fijarte en los detalles.
– ¿cómo fijarme en los
detalles?
– Será muy simple… para llegar
y para encontrar. Las situaciones van a ser mucho más sencillas pero complejas.
– ¿sencillas y complejas?
Seguro estás bromeando.
Y es que era más fácil de lo
que uno imaginaba pero tenía que valorarse como si fuera lo más complejo. Y es
que eso es la vida y lo entenderé.
Trataré de explicarlo a
aquellos seres que gozan de sabiduría pero les falta inteligencia…
y bien, me dijo que tenía que
ir del otro lado, ¿del otro lado? bien, Él me dijo que sólo tenía que ir del
otro lado de un monte.
– ¿de un monte?
– Sí, de un monte. Ahí te
encontrarás a un amigo, un amigo que también después charlará contigo.
– ¿un amigo que después
charlará conmigo?
– Sí, él es del monte.
Y yo dije: bien, entonces hay
que llegar al monte. Había que llegar al monte en donde él iba a estar.
– El también es un gran
maestro, me dijo, y él te va a enseñar; pero el todavía no ha llegado al monte.
– ¿quieres que llegue al monte
donde él no ha llegado, a esperarlo a ver cuándo va a llegar?
– Sí, eso quiero que hagas…
Decidí ir al monte a esperar a
alguien que no sabía quién era; que era un gran maestro, pero no sabía cuándo
iba a llegar; ¡podía pasar toda una eternidad de vida esperando ahí!.
Entonces decidí ir, decidí ir
al monte. ¿Con que me crucé?
Con grandes cosas pero muchas
no me agradaban…
Para empezar, inicié con un
gran sol, el sol estaba ahí, me agradaba pero no tanto, no tanto porque quemaba
y lo que yo tenía no era lo suficientemente fresco como para seguir caminando.
Y de pronto, ¿qué pasó? ¡Mi
calzado se ha roto! ¿Y ahora qué hago? entonces vi un pequeño listón ahí,
quizás era de alguien, quizás era de aquellos que transportan agua con los
animales. Lo utilicé, no se veía muy bien pero al menos podía seguir caminando…
Y seguía aquel calor, pero no
sólo fue suficiente eso, de pronto empezó algo terrible, ¡empezó a llover!
entonces se mojó todo, pensé que otra vez se iba a romper el calzado, ¡nada más
podría pasar!
¡Sí! algo podía pasar… ¡se
rompió el cántaro donde llevaba agua! ¿Algo más podía pasar?, sí algo pasó,
alguien llegó, se cruzó en mi camino, era un señor que transportaba agua, la
transportaba con aquello que me había encontrado: un pequeño listón.
Transportaba agua con un animal, un animal lento y él también era lento, ya era
grande y entonces se complementaban para caminar a la par.
Le dije que si podía regalarme
un poco de agua y me dijo que sí, y me dijo que si yo era el sabio del camino.
¿El sabio del camino? ¿Acaso hay un sabio del camino?.
– Sí, este camino se llama “el
camino de la sabiduría”,
– ¿Y a donde lleva? ¿Te lleva
al más allá?
– No, no te lleva al más allá,
te lleva más allá del más allá.
– Es decir, que ¿aquel que
atraviesa esto, muere?
-No, no es eso, simplemente…
¿necesitas agua verdad?
Sí, y me dio otro cántaro con
agua. Le dije que si necesitaba algo y lo único que me dijo fue: Disfruta la
travesía.
Seguro era lo que recogió de
algún lugar y por eso me lo regaló… en fin.
Seguí caminando y de pronto vi
algo que en cierto modo alegró mi vista, eran unas flores, unas flores
abandonadas, eran recién cortadas porque se veían frescas, estaban sobre una
manta. Supongo que alguien las llevaría a algún lugar pero no vi a nadie. Pensé
en llevarlas pero era tanto como robarlas, aunque si eran flores, eran de la
naturaleza, así que para no llevarme todo ya que la manta no era mía, solo tomé
dos.
Alguien de pronto dijo: ¡no
tomes mis flores!
– No las tomaba, las olía.
Claro que no pensaba llevármelas, me parece una falta total de respeto para
aquellos que somos sabios en este camino de sabiduría.
– ¿Acaso tú eres un sabio? Me
dijo una mujer un tanto grande, una mujer grande que le decían que era sabía.
Ella me dijo: dicen que yo soy
sabia.
Pensé que quizás se le había
olvidado quién era, porque ya no sabía decir nada más que eso, y me dijo: son
para ti si es que las quieres, no necesitas llevártelas en una situación penosa
o vergonzosa para ti.
– ¡No me las pensaba llevar!,
también puedo cortarlas.
– No, no las cortarías tu,
porque tienes que llegar al camino ¿cierto?
– Ya estoy en el camino, ¿no?
– No, tienes que llegar al
camino, tienes que llegar “más allá del más allá”.
Pensé: aquí todos tienen un
problema o todos son adivinos, porque todos saben lo que uno busca.
Y me dijo, ¿estás pensando por
qué lo sabemos verdad?
Quizás ni siquiera son reales,
pensé. Puede ser que vengan del más allá y entonces se están burlando porque yo
nunca voy a llegar ahí, porque sigo vivo.
Y le dije sigilosamente me
tengo que ir; las flores están bellas pero no puedo cargarlas en este momento y
me dijo: está bien en algún momento las valorarás.
En ese momento ya no tenía sed
así que deje la vasija, el cántaro con agua; aunque era bello, debí haberlo
llevado, pero no, pesaba bastante y me sentía agotado, así que lo dejé. Terminó
de llover ya solo eran pequeñas gotas pero volvió a salir el sol.
¡Otra vez volvió a salir el
sol! ya había secado mi ropa, pero ¡seguía quemando!. Seguí caminando y
caminando y vi que el listón funcionaba y seguí caminando… algo pasó y de tanto
caminar sin querer pisé con el otro pie el listón y me caí, me caí en una
piedra, una piedra que cuando la vi en el piso parecía fascinante, la quise
levantar y vi que tenía algo abajo, ¿que tenía? no era una piedra común era una
piedra con cuarzo, dije ¡es maravillosa! ¡ay pero pesa mucho! tendré que
dejarla… pero traigo una pequeña bolsa para cargar, podría llevarla, pero
quizás pese, mejor no.
Entonces seguí valorando y
quejándome de aquel listón que tenía en mi pie, me ayudaba con mi calzado pero
no era lo suficientemente atractivo visualmente así que no me agradaba y
prefería no ver hacia el suelo. Y seguí caminando y vi un árbol con un tronco
fascinante y tenía ahí algo, alguien ociosamente había hecho algo, con un
objeto que podía cortar había dejado un símbolo en el árbol. Traté de averiguar
que decía pero era un símbolo desconocido, quise grabarlo en mi mente pero
estaba muy molesto, por aquel calor, así que decidí seguir caminando y
entonces, terminé el monte.
Terminé el monte y había una
mesa, una mesa un poco vieja con dos sillas. Dije: seguro va a llegar aquel que
dicen que es un gran maestro y seguro va a llegar tarde y ni siquiera encuentra
esto pues si a mi me costó trabajo, él como va a llegar. Y bien, me senté a
esperar, se hizo de noche y dije: seguro ya no llegó; cuando de pronto se
escucharon unos pasos, unos pasos fuertes, unos pasos importantes y entonces me
quedé sentado ahí, esperando a que llegara un ser, las situaciones concretas
estaban listas para mi… ¡oh que sabiduría!
Pensé que era ese ser, pero
no, no lo era; era de nuevo aquel Maestro y me dijo: llegaste, pero no llegaste
bien.
– ya llegué, lo estoy
esperando.
– No, no entendiste ese camino
de sabiduría.
– bien, ya llegué aquí y si
vieras todo lo que pasó, tuve que….
– Sí, lo sé.
El Gran Maestro me dijo que lo
sabía, y me dijo: pero no entendiste nada, tendrás que regresar igual y
valorarás las situaciones y entonces habrás querido tomar todo en cuenta y
volver a estar aquí, pero no lo harás y tendrás que quedarte allá.
– ¿esto es el más allá?
– No, esto es “más allá del
más allá”, pero no lo valoraste.
– ¿cómo? Si ya estoy aquí.
– No,
El gran Maestro me dijo algo:
– Para llegar al “más allá del
más allá”, no solo debes llegar como si nada aconteciera, no valoraste los
pequeños detalles, únicamente pasaste de largo, incluso renegaste de las cosas
que se te estaban presentando en la vida para que pudieras apoyarte. Al final
de todo te quejabas, las pequeñas cosas que pasaban no te gustaban, por eso no
estás listo para llegar al “más allá del más allá”.
Y es que el “más allá del más
allá” no es eso que tu entiendes como un mundo maravilloso, sino es hacer tu
mundo maravilloso.
Y entonces yo no entendía qué
es lo que quería decir, si no me había pasado nada maravilloso en esa
trayectoria, me habían pasado tantas desgracias que ya estaba bastante molesto
y entonces me dijo:
– Debes de valorarlo, te voy a
decir cada una de las cosas que dejaste pasar.
Y me dije: ya va a empezar con
filosofías grandes, que no es cierto, lo que no quiere es que conozca eso,
porque no quiere que sea famoso como humano llegando al más allá…..
Y me dijo: Escuché a esa mente
que tanto hace ruido pero que no dice nada en concreto. Eres sabio pero te
falta inteligencia.
Te diré los detalles, dijo el
Gran Maestro:
Iniciaste una travesía no
esperando encontrarte a ti, esperando encontrar algo, quiere decir que no
entiendes bien el concepto de la vida, no es aquello que consigues sino aquello
que haces por ti.
– ¡buen punto¡ pensé y dijo:
Hay cosas que no valoraste, se
rompió tu calzado y dijiste, “que va a pasar con eso, ya no podré continuar”
pero alguien, algún humano, alguien dejó un listón ahí, justo para ti. La vida
te pone cosas que son justas para ti y que tu debes de valorar, solo es
cuestión de verlas. No se le pierden a nadie, es una contribución al mundo,
algo que alguien ya no necesitaba, alguien más lo iba a necesitar y por eso apareció
en tu camino. Y en lugar de valorarlo como que era de algún otro sabio,
dijiste: “bien, al menos está esto y era de algún animal”. Nunca valoraste que
era producto del trabajo de aquel ser que transportaba agua. Tiempo después te
lo encontraste y no valoraste quien era ese ser.
Quiero decirte que ese ser
estaba representado como un Dios, como un Magno, algo como yo, quiero decirte
que ese ser te estaba diciendo que aún cuando estás cansado te da la palmada
para que sigas adelante. Tú estabas sediento y él te representó en agua lo que
tu necesitabas; tu no lo valoraste, incluso dijiste: “que necesitas a cambio”.
Él te dijo que ese era el camino de la sabiduría que te llevaría al “más allá
del más allá” y aún así no lo valoraste; pudiste haberle preguntado más cosas
pero te concretaste en el agua, únicamente viste tu situación muy humana, tu
sed; pero no viste la profundidad de su sabiduría. Él no solo aparecía en tu
camino para darte agua sino para darte una lección, que cuando incluso te
sientes abandonado, la vida, las circunstancias y el Magno, te ponen las
situaciones óptimas para que tú puedas continuar, aún así no lo valoraste.
Seguiste, te diste cuenta que
había flores y ni siquiera te diste el tiempo para poder apreciarlas, porque
dijiste solo: “alguien las acaba de cortar y son frescas”; pero acaso te
pusiste a pensar quien puede haber sido ese alguien y por qué las estaba
cortando.
– bien Maestro, yo no tenía
tiempo de pensar tantas cosas…
– No, no es el punto. El punto
es este… Alguien las cortó, la naturaleza, ella estaba representada en la
naturaleza, ella era como la Madre Naturaleza. Claro que ella las cortó, no
necesitaba cortarlas para ti, únicamente las cortó y las puso ahí para que tu
las vieras, porque sino, tu ni siquiera volteas a ver la maravilla de la
naturaleza; te concretas a ver las cosas que ya sufrieron una modificación. Por
qué no acaso viste las flores que estuvieron todo el tiempo a tu alrededor y te
fijaste hasta el momento que alguien las cortó. ¿Te preguntaste por qué las
había cortado?
– no, supongo que las iba a
ocupar para un adorno…
– No, no era para qué las iba
a ocupar, sino toda la magia que surgió con eso. Necesitaste de una gran
modificación de la naturaleza para que te dieras cuenta y es que valoras lo
procesado pero no valoras lo natural.
– ¿lo procesado?
– Sí, valoras aquello que te
muestran como algo importante pero no te das cuenta que lo importante está ahí
todo el tiempo, en cada momento. Pudiste haberte llevado parte de las flores.
– Pero eso era robarlas…
– No, ella te las ofreció
después, dijo que podías llevártelas y aún así no las quisiste. ¿Y sabes por
qué no las quisiste? Porque sabes que siempre están ahí y aún así no las
valoras, no las valoras cuando las puedes ver. Las valoraste hasta que ya estaban
fuera y cuando te las obsequió dijiste, no. ¿Sabes por qué no las llevas?
Porque sabes que en cualquier momento podrás tener una igual.
– Entonces no valoras aquellos
pequeños detalles de la vida que surgen y de pronto, renegaste de la caída. No
te diste cuenta que te ayudó a ver que también había algo importante que de no
haber caído no hubieras visto. Te diste cuenta que ahí, en lo más bajo de tu
travesía, hay cosas importantes que tu distracción por tantas preguntas no te
permite ver y sobre todo algo de lo que todo el tiempo renegaste: el sol.
– El sol te estaba iluminando,
claro que no quería quemarte, te estaba iluminando para ver por donde tenías
que ir y aún así renegaste. Así que no entiendes que estuvo ahí para que
pudieras avanzar. Y entonces cuando te mandamos la lluvia, renegaste porque te
estabas mojando, queríamos refrescarte, después te quejaste porque estabas
mojado y te volvimos a mandar el sol para que secara tu vestimenta y te
volviste a quejar porque otra vez tenías calor.
– Después llegaste aquí y
viste que ya estaba la mesa esperando algo pero nunca esperándote a ti mismo,
¿acaso no sabes que la cita es contigo también?
Y es que ese es el verdadero
sentido de el “más allá del más allá”, no ir a aquello que se conoce como
desconocido sino a aquello que te reencuentra contigo mismo.
Y quiero decirte y quiero
decirles ahora lo que dijo el Gran Maestro:
Para verdaderamente llegar a
la gran travesía necesitas ir valorando los pequeños detalles que están ahí.
Yo no me preguntaba porque
aquel listón era de alguien magnifico, algo que de pronto se le extravió a
alguien, sirvió para mi.
Quiere decir que aquellas
cosas que incluso dejamos como “obsequios” a la vida, alguien más será feliz
por ello. También aquello de lo que yo renegaba, la vida misma te pone las
situaciones para poder continuar pero aún así te sigues quejando. Una vez que
ya tienes lo que tu necesitas, te quejas por todo aquello que no tienes, jamás
se ve como una situación a alcanzar, se ve como algo que no te sigue
favoreciendo y no escuchamos a aquellos grandes sabios que se cruzan en nuestro
camino; muchas veces son quienes menos esperamos pero que nos dan grandes
lecciones.
¿Por qué no valorar todo
aquello que se tiene? uno no valora que existe el sol; tampoco que se tiene
agua, que te refrescas; tampoco se valoran aquellas pequeñas cosas que
realmente son más grandes y esa es una verdadera existencia.
Es cierto que los sabios son
sabios desde que nacen, quiero decir que los humanos son sabios desde que
nacen, es cierto, porque tienen todas las condiciones para seguir su vida pero
no tienen la inteligencia para darse cuenta que todas aquellas cosas que se
cruzan en su vida son valiosas.
Al final la travesía no solo
era llegar, sino darse cuenta, de todo lo valioso que hay en ese camino y esa
es la verdadera existencia de los humanos, no solo es el objetivo sino todo lo
que se cruza en tu camino.
Por qué no valorar el sol
entonces, o por qué no valorar las gotas, por qué no valorar aquel hombre del
agua, por qué no valorar su obsequio, por qué cuestionar el por qué lo hacía,
por qué no valorar a la que se representaba como Madre Naturaleza. Ella tuvo
que cambiar la condición de lo que yo veía porque sino no me hubiese dado
cuenta de existían.
Y es que así suceden las
cosas, ustedes valoran lo ausente, no valoran la presencia de las grandes
situaciones, extrañan al sol cuando tienen frío, les agrada el frío cuando
tienen demasiado calor; les gustaría que existiera la lluvia cuando hay sequía,
pero cuando ésta llega dicen que ha llovido demasiado. Y es que así son en
todos lados y todos los humanos piensan lo mismo. Aquello que tienen no les
agrada, les gustaría regresar a lo que tenían antes y una vez que regresan,
consideran que entonces sí era bueno aquello que ya estaban viviendo; y
entonces aquello que ya se ha ido, quisieran regresarlo; pero muchas veces las
cosas no regresan.
El camino de la vida hay que
entenderlo desde el principio, muchas cosas podrán regresar, otras más no
volverán y la oportunidad se habrá ido. Hay oportunidades en la vida que son
una sola vez, hay situaciones en la vida que son perpetuas y aún así no se
valoran, entonces la oportunidad es latente.
¿Quién valorará el sol ahora?
Nadie lo hace porque siempre existe; ¿quién valora el aroma de las flores?
nadie lo hace porque saben que siempre están ahí. Si existe algo, nadie se
pregunta ¿por qué? no tiene sentido; el cielo es azul, ¿por qué? quien sabe, a
alguien se le ocurrió, a alguien se le ocurrió porqué es el mejor color que
adorna nuestra gran existencia.
Quiero decirles que el camino
“de allá y del más allá”, es darse cuenta de los detalles pequeños; incluso
cuando las derrotas te hacen llegar abajo, muy abajo, hay cosas que solo puedes
ver desde abajo, porque arriba no te permite ver. Aquellos humanos que de
pronto sienten que se han hundido en el fracaso, seguramente no están
fracasando, están teniendo otra visión de la vida. No todo está en el aire,
muchas veces hay que visitar el suelo y ahí se darán cuenta que hay cosas que
no pueden ver, como aquella roca que no era una roca, era un cuarzo y que no la
llevé porque consideré que pesaba y la iba a ver después.
Y es que para esa mesa yo
necesitaba las flores para adornar y esperar a mi amigo, necesitaba el listón
no solo para mi calzado sino para poner las flores, también iba a necesitar de
la vasija que había dejado ahí en el camino y el obsequio era eso, la roca. ¿Y
que creen? Llegué sin flores, llegué con el listón para mi calzado nada más,
dejé la vasija, así que me dijo:
“Vas de regreso hasta que
tengas la capacidad de entender que muchas cosas son indispensables en tu
existencia, son los pequeños detalles, los momentos simples, los que resultan
más complejos; y sí; eres sabio pero te falta inteligencia”.
No me quedó otra más que
regresar, pensé que me iba a cruzar con todo pero conforme iba avanzando ya
nada era igual y la vida misma era eso, lo que ya había vivido antes parecía
que se habían volteado los tiempos, iba regresando a mi misma realidad. Sabía
que en algún momento iba a tener que regresar a ese camino “de allá del más
allá” y lo único que hice fue recordar y tratar de recordar qué es lo que tenía
que hacer.
Por eso ahora trato de
recordarles a aquellos seres que aún van en esa travesía del camino de la vida,
que son los pequeños detalles, aquellos que son más simples e insignificantes,
que son los más complejos y muchas veces los más importantes. Claro que los
objetivos de la vida son fascinantes, pero también es muy importante aquellas
pequeñas cosas que consideramos que no necesitamos, aquellas pequeñas palabras
de los seres que nos brindan, que consideramos insignificantes, vagas, de más, pero
que son aquellas grandes lecciones y aprendizajes.
El camino “de allá del más
allá” no únicamente es llegar a un lugar maravilloso, es llegar a toda la
existencia desde el presente y eso es valorando cada detalle; aquel que está al
lado, aquel que está enfrente, no solamente evaluando que es lo que tiene y que
es lo que no, sino valorando todas las cuestiones gratas, magnificas que pueden
existir y entonces están en su travesía. No olviden que las cosas que aparecen
ahí aparecen justo para ustedes, que cuando están agotados también se les
mandan alicientes para poder continuar, que cuando se están apartando del
camino, se les mandan seres para que puedan recordarles cuál es el camino y en
donde están.
Y aquellos seres que ya no
están y que parten al “más allá del más allá”, tienen que recordarlo, porque
también de recuerdos se basa la existencia y es entonces cuando valorarán cada
cosa. Y cuando estén abajo y sienten que están fracasando dense cuenta que
tienen otra visión desde ahí, desde muy abajo, que arriba se ve como objetivo
pero mientras aquí, a esta altura se tienen cosas que antes pasaban
desapercibidas, de pronto el “exceso de éxito” -como llama el humano- lo hace
no ver esos detalles que también te ayudan a crecer, como la roca.
Y tampoco escuchamos las cosas
que siempre tenemos ahí, como la de las flores, ella quería que viera que
siempre estaban ahí pero que aún así no las veía, me di cuenta hasta que
estaban cortadas.
Y ahora el Gran Maestro está
sentado ahí pero ya no estoy sentado yo, y si llega el otro, va a decir que yo
no soy el sabio. Quise preguntarle al maestro si él había llegado y me dijo:
“después lo sabrás”… bien, ya no importa si él llegó, lo que importa es lo que
voy a hacer ahora, así que mi misión será recordarles, recordarles que valoren
cada detalle de la vida. Si es azul el cielo, no solo se pregunten por qué a
alguien se le ocurrió, y ¿por qué? Porque así es maravilloso; y ¿por qué las
flores están cortadas? Porque un gran sabio quiso adornar mi vista, ya que yo
no me doy cuenta de que existen, las trajo aquí, ya que yo no voy al monte a
verlas ellas vinieron al monte a visitarme, así que es cierto, muchas veces si
ustedes no van a la montaña, la montaña viene a ustedes, es real. La vida nos
pone ciertos regalos para que podamos verlos; yo no había ido al monte, tuve
que ver la roca, hasta que estuve abajo y solo así entendí que hay grandes
regalos en la vida.
Valoren las pequeñas cosas que
parecen insignificantes y simples pero son las más complejas y esas son las que
los ayudarán a vivir y recuerden, si gozan de sabiduría pero les falta
inteligencia, es inteligente el que se fija en los detalles.
Maravillado de estar aquí.
Djwal Khul
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