Traducción: Fara González
Si aceptan lo que dicen los periódicos respecto al envejecimiento,
parecería que es lo peor que puede sucederle a un ser humano. Y para la
sociedad en su conjunto, una población envejecida se percibe como un desastre.
Hogares de ancianos abarrotados, atención de salud incosteable, demencia, y
deterior general, es lo que asociamos con el envejecimiento.
Todos envejecemos. Con cada segundo que pasa perdemos un poco de
juventud. Es un proceso natural al que están sujetas todas las criaturas
vivientes. ¿Cómo es que llegamos a detestar un proceso tan natural? ¿Hay algo
malo en la naturaleza? ¿O hay algo malo en nosotros respecto a nuestra forma de
pensar sobre el envejecimiento?
Cómo se sienten realmente los adultos mayores respecto a su ‘temida’
vejez? La investigación científica que mide la felicidad con respecto a la edad
muestra una curva en forma de U. Las personas jóvenes y las más viejas son las
más felices. Durante la mitad de la vida es más probable que no tan sean
felices como en su juventud. Las investigaciones demuestran que las personas de
edad son algo más felices que los jóvenes. ¿Cómo es posible? ¿Cómo
puede ser que aunque el envejecimiento se asocia con tantos problemas, las
personas usualmente comienzan a sentirse felices de todas formas? Examinemos el
ciclo de la vida de un ser humano desde una perspectiva espiritual.
El nacimiento: la pérdida de nosotros mismos
Desde un punto de vista espiritual, nacer es zambullirse en la materia.
Dejamos el reino del alma, una atmósfera de alegría y paz. En el reino del
alma, las restricciones del tiempo y el espacio, y la sensación de separación
que experimentamos en la tierra, no existen. La libertad es algo
natural. Es más, todo a nuestro alrededor irradia belleza, amor y armonía:
están ausentes el temor y el sufrimiento. A pesar de esto, en algún punto
aceptamos la invitación de la madre Tierra para nacer como un ser humano. Con
cada nacimiento comenzamos un largo proceso de descenso hacia y conexión con la
atmósfera física. En la literatura antigua, el nacimiento del alma encarnada se
denomina “el encadenamiento del alma”. El alma aterriza en este reino
restrictivo, denso de la materia, en el cual cada ser parece separado de los
demás El alma tiene problemas para mantener su vibración natural en esta
atmósfera; no pertenece aquí, y puede sobrevivir solamente retirándose
regularmente. Este retiro es lo que denominamos sueño y es esencial no
solamente para el cuerpo, sino para el espíritu.
Aunque el nacimiento marca el comienzo de una nueva encarnación, el
proceso del descenso del alma todavía no ha terminado. Continúa un descenso
posterior hasta alrededor de los cuarenta años. Alrededor de ese momento,
el descenso en la materia ha alcanzado su pico: como un adulto ustedes habitan plenamente
el reino de la materia y la sociedad humana. Desde la perspectiva de su alma,
ahora están a la máxima distancia de su fuente, el reino celestial del que
vinieron. En el punto más profundo de la encarnación, la distancia a su origen
es la mayor. Durante la niñez, el vínculo con la esfera original del alma
todavía es fuerte. Los niños a menudo son intuitivos, espontáneamente felices,
y totalmente absortos en el momento, estas cualidades son naturales para el
alma. Disfrutar y explorar la vida en una forma juguetona y natural es natural
para el niño, así como para el alma. Desafortunadamente, nuestra sociedad
ha sido dominada por una noción tergiversada, masculina de espiritualidad que
no reconoce estas cualidades como espirituales, sino más bien como señales de
inmadurez. Este retrato pesado y serio de la espiritualidad no se deriva
activamente de la cristiandad original. En la biblia hay trazas todavía de la
perspectiva del alma. En Marcos 10:14, por ejemplo, Jesús dice: “Dejen que los
niños vengan a mí, no los detengan, porque de ellos es el reino de Dios”
Pubertad: el descenso
Antes que llegue la adultez hay una fase transicional de pubertad,
seguida de la adultez joven. La consciencia desciende más profundamente a la
atmósfera material; se hace mayor la distancia a nuestra fuente. La felicidad
natural y auto confianza de la niñez se pierde. Surgen las dudas y los temores,
ya nada se da por sentado. Habrá rebelión e incertidumbre. La resistencia
usualmente se enfoca en los alrededores: los padres, la escuela, o la sociedad
en general – todas estas están normalmente bajo escrutinio.
Inconscientemente, a ellos se les culpa de la pérdida que siente el
adolescente y el adulto joven. Pero esencialmente, su rebelión se
dirige contra el desarrollo interno: el descenso más profundo al reino terrenal
y un alejamiento aun mayor de la Fuente.
En el reino del alma, tener un lugar único dentro de la totalidad es
algo natural. Ustedes no dudan de su derecho a existir e intuitivamente sienten
que su papel es en el esquema más amplio de las cosas. El conocimiento de que
el cosmos no está completo sin ustedes, que ustedes son parte integral del
conjunto mayor, los hace sentirse más seguros y cuidados. En la pubertad, este
reconocimiento se pierde y resulta en una crisis de identidad. Esta crisis
puede ser tan aplastante que los jóvenes se vuelven adictos a las drogas o al
alcohol, y en algunos casos hasta se suicidan. Tales actos de desesperación se
originan a menudo a partir de un profundo deseo de restaurar la conexión con el
alma.
Afortunadamente, sin embargo la resistencia no es la única
característica de este período. La pubertad y la adolescencia también son un
momento en el cual muchos aspectos de la vida terrenal se exploran con
entusiasmo y curiosidad. Podemos interesarnos en la naturaleza, en la
música, en la literatura, o explorar ideas nuevas y provocativas. Aumenta el
interés en los otros: nos enamoramos por primera vez. Quizás lo más importante,
comenzamos a sentir nuestra propia originalidad, nuestra individualidad. Cada
alma es única y trae sus propias semillas a la tierra, semillas que germinan
durante la niñez y brotan de la tierra durante la adolescencia. A menudo
durante esta fase en la vida, afloran pensamientos y sentimientos originales
que tendrán un impacto a largo plazo en su futuro y tomarán forma definida en
la adultez.
Si todo va bien la pérdida de la niñez coincide con un período de
redescubrimiento de quienes son, independientes de sus padres y de su crianza.
Ese redescubrimiento les asegura que, a largo plazo, la rebelión cesa y la Vida
actual los llevará a lugares nuevos y apasionantes. El regalo más valioso que
le pueden dar a alguien durante la pubertad y la adultez joven es confianza.
Tengan confianza en que hay un sendero y un lugar para ellos en este mundo
confuso independientemente de lo “indiferentes” que parezcan, o su aparente
incapacidad para encajar. Es precisamente la originalidad de ellos, su
individualidad, lo que el mundo necesita y que contiene la contribución única de
su alma.
Adultez: el punto bajo de nuestras vidas
Adultez, el punto físico superior de la vida, es desde la perspectiva
espiritual el punto bajo de la vida. La distancia al reino del alma – desde
nuestra alma – es ahora la mayor. Ahora estamos en el punto más distante de
nuestro origen espiritual. Estamos plenamente inmersos en el mundo material y
nos hemos identificado con nuestra personalidad humana y nuestros logros.
Durante esta fase, los humanos como promedio son los más infelices. El mundo
físico con sus leyes y restricciones se experimenta ahora como la única
realidad. Hay mucha preocupación respecto al dinero y la propiedad, al status
social y al trabajo duro. Esta fijación hace que la gente se olvide de sí misma
aún más. La identificación con el reino material en la adultez es tan fuerte a
veces que uno tiende a sentir que esto es todo lo que es, y que la vida gira
alrededor de estos temas. Pueden existir creencias espirituales, pero a menudo
derivan de las religiones tradicionales que se basan principalmente en el temor
y el dogma. Las religiones tradicionales tienen una imagen distorsionada de la
espiritualidad y a veces hacen más daño que bien. Lo más importante que puede
lograr un adulto desde una perspectiva espiritual es cuidar las semillas que él
o ella han traído a la tierra como almas permitiendo que se conviertan en
hermosas flores. Esta es nuestra verdadera misión, y la que solamente se puede
cumplir manteniéndonos fieles a nosotros mismos, no permitiendo que se nos
arrastre por parte de las presiones y reglas de la sociedad.
A menudo esta misión falla. En la adultez, los ideales de la
adolescencia y la pubertad y los deseos y sueños de la niñez se ven como
imposibles de lograr e ingenuos. Después de todo ellos no encajan en lo que la
sociedad espera y considera realista. Las formas auténticas de auto expresión
que todavía están ahí se pueden tildar de egoístas, irresponsables o hasta
dementes. “Actúa con normalidad, compórtate como un adulto responsable”.
Tenemos que encajar dentro del molde social o no pertenecemos. Trabajar 40
horas a la semana y tomar tres semanas de vacaciones anuales. Recuerdo la
tristeza que sentí el día que entré al kindergarten. A la edad de cuatro, podía
sentir ya lo que estaba planificado por anticipado para mí: años de escuela y
luego trabajo. Me preguntaba cuando sería libre de nuevo. Al final de la
primaria, se me preguntó durante una prueba lo que quería ser más tarde en la
vida y mi respuesta fue “rentista’. Quería ser libre de nuevo, no quería que se
me forzara en un sistema qué me decía que hacer y qué no.
Afortunadamente durante mi vida adulta encontré un trabajo a medio
tiempo que me permitía trabajar no más de tres días a la semana. Otras personas
pensaban que era peculiar que yo, un hombre adulto, no tuviese carrera y poca
ambición, y prefiriera estar en la naturaleza, leer libros y tener
conversaciones filosóficas con mis amigos. No hasta mis años cuarenta entendí
que era aceptable y aún posible ser así de diferente. Convertí mis hobbies
(pensar sobre filosofía y espiritualidad, practicar hipnoterapia) en trabajo.
Eventualmente, dejé mi trabajo a medio tiempo. Descubrí que podía ser libre,
hacer las cosas que me gustaban y que verdaderamente podía ganarme la vida
haciéndolas. La clave era la confianza: tener fe en los dones
originales y únicos que llevaba dentro de mi alma y confiar en que la Tierra me
aceptaría y compensaría al compartir estos dones. Con esa comprensión,
comencé el sendero “ascendente”, el camino de regreso a mi naturaleza espiritual.
Envejecimiento: el camino “ascendente” de nuevo
Cuando envejecemos comenzamos a ascender de regreso al alma. El punto
bajo al estar plenamente encarnados e identificados con el reino material ha
terminado. Podemos dejar ir este enfoque sesgado y a veces se nos insta a
hacerlo debido a los retos que enfrentamos en la vida, o al confrontar la
fragilidad incrementada de nuestros cuerpos. Vamos hacia arriba de nuevo
eventualmente de regreso a la Fuente. El movimiento natural del envejecimiento
es crecimiento hacia la luz, identificados con la realidad mayor de
su alma en lugar de con la realidad finita y limitada de su cuerpo y
personalidad. Por tanto, desde un punto de vista espiritual, se
convierten en más y no en menos cuando envejecen: es más susceptible
incrementar la sabiduría, la confianza, y la alegría.
Un ser humano que envejece naturalmente y con gracia está consciente de
que es mucho más que su yo terrenal. Comprende que su verdadero yo se eleva por
encima de los roles que han jugado en el reino material de la Tierra. A medida
que el sustento de esta realidad disminuye, comienza a comprender de nuevo
quien es realmente: un ser eterno de luz viviente.
Desafortunadamente, este proceso natural y con gracia a veces se
obstaculiza debido a creencias sociales muy enquistadas. Vivimos en una
sociedad en la cual, se cree que la realidad física es todo lo que es, que no
hay un yo verdadero más allá del yo terrenal y por tanto envejecer es algo
malo. La gente se identifica completamente con su cuerpo físico y personalidad.
Envejecer se asocia con pérdida y declinación, con un movimiento hacia la nada.
Mucha gente por tanto se opone a este proceso de envejecimiento y esta
resistencia interrumpe la ascensión natural hacia el alma y hacia más luz y alegría.
Resistir el proceso de envejecimiento crea una profecía auto realizada: aquello
a lo que temen se vuelve verdadero porque ustedes le temen. La resistencia hace
que se aferren a la dimensión física y al cuerpo. Este aferrarse es una
negación y un alejamiento de su luz interior, y tiene un número de
consecuencias trágicas para el humano que
envejece.
Primero, el cuerpo físico se podría beneficiar enormemente de una
conexión con el alma sentida de forma más profunda. Cuando la persona se
conecta con el reino del alma durante el envejecimiento, la energía del reino
espiritual fluye con más fuerza a lo largo del cuerpo. El cuerpo se eleva y
revitaliza mediante la luz y alegría de este reino y gana en un poder adicional
y salud. Los achaques de la vejez tienen menor efecto en este. Pero si la
conciencia no se enfoca en lo que está más allá de lo terrenal y se aferra
desesperadamente a lo físico, el cuerpo no podrá aprovecharse de esta energía
adicional. Esto incrementa el riesgo de problemas de salud.
Segundo, en una sociedad en su conjunto, las personas mayores podrían
cumplir un papel importante: irradiar percepción espiritual y sabiduría hacia
las generaciones más jóvenes que están enfocadas en el reino físico y en las
exigencias de la sociedad. Las personas mayores pueden, a través de sus
experiencias de vida y su conexión en aumento con la dimensión del alma, tener
una influencia positiva en los más jóvenes al compartir su luz, sus
percepciones y su compasión. Ellos pueden ofrecer una perspectiva más amplia
sobre las cosas y escuchar con paciencia. Por naturaleza todos sienten en las
personas mayores más sabiduría, paz y serenidad.
La influencia positiva de las personas mayores se puede expresar en
diversas formas: desde una personalidad influyente espiritualmente hasta una
abuela sabia a quien la familia se vuelve para recibir consejos. También hay
escritores, artistas y terapeutas que a una edad avanzada, hacen un trabajo
excepcional e inspiran sin saberlo a muchos otros. Las personas mayores son el
puente entre el reino de lo atemporal y el mundo práctico de la vida cotidiana.
Una sociedad en la cual el valor de los mayores no se reconoce es una sociedad
que ha perdido su conexión con lo espiritual. Entonces vemos una sociedad que
corre enloquecida: miren a su alrededor.
Cuando el humano que envejece no puede ocupar su lugar natural en la
sociedad, tanto la sociedad como los adultos mayores sufren. La vida de un
adulto mayor tiende a ser solitaria, pequeña y aburrida. No es trágico que
justo a la edad en la cual un ser humano está preparado idealmente para el
trabajo espiritual, que se les relegue a un lado. Han escuchado de un escritor
o artista que haya dejado de serlo en su cumpleaños 65? Imaginen cuántos libros
y obras de arte se habrían perdido si estas personas tuvieran que regirse por
la regla torpe de dejar de trabajar a los 65 años. En este momento
estoy leyendo las memorias de Claude Lanzamann, nacido en 1925, director del
filme Shoah. En cada página me asombro y admiro la sabiduría, capacidad
intelectual y riqueza de este libro. De acuerdo a los estándares de nuestra
sociedad, este hombre se debía haber retirado hace más de veinte años y no
hacer nada más! Absurdo. A los adultos mayores se les empequeñece y se
empequeñecen por sí mismos: la degeneración física y mental son el
resultado.
Envejecimiento: cinco sugerencias para aligerar el camino
Para encontrar una manera natural, grácil de envejecer en nuestra
sociedad, que sostiene imágenes tan negativas de la ancianidad, se requiere un
cambio radical de pensamiento. Aquí tenemos algunas sugerencias.
Olviden todo lo que la sociedad les dice sobre el envejecimiento y ser
adultos mayores
La visión de la sociedad respecto al envejecimiento no es espiritual. No
ve a los seres humanos como portadores de un alma inmortal, sino como
organismos físicos que gradualmente se deterioran y se vuelven inútiles. Pero
cada ser humano que experimenta la vida con un corazón abierto y una mente
abierta entenderá que hay más que esto en la vida. La vida tiene una
dimensión espiritual y esta dimensión es mucho más importante que la física.
Como un adulto mayor pueden conectarse más fácilmente con esa dimensión y
extraer inspiración y fortaleza de ella.
Entiendan que nada se pierde nunca
Nada ni nadie “se pierde en la noche” todo lo de valor permanece. Una de
las primeras cosas que encontramos después de morir y tener acceso al otro
lado, es que todo todavía está allí. Los miembros de la familia y los amigos,
el mundo de nuestra niñez, nuestras experiencias más queridas – todo sigue
allí. Y podemos conectarnos con nuestros seres queridos o revivir algunas
experiencias si lo deseamos – todo está ahí para nosotros. Al fluir con la
vida, y rendirnos al proceso de envejecimiento, llegamos a la dimensión
atemporal donde todo lo que tiene sustancia real se conserva. Si nos atrevemos
a soltar, podemos recibir atisbos de esta dimensión. Entonces comprendemos a
nivel interno que nada se pierde – y este conocimiento interno nos trae paz y
ecuanimidad.
Salgan al mundo. Este es el momento de dejar que su luz brille. Le
servirá a la sociedad y a sus semejantes.
Las personas más jóvenes a veces no entienden a los mayores. ¿Cómo
pueden ser tan abiertos, pacíficos y felices si confrontan diariamente la
pérdida de salud y habilidades y con la muerte que se acerca? La
respuesta es que el adulto mayor tiene un conocimiento interno que no lo tienen
los más jóvenes. Las personas mayores están marcadas usualmente por
experiencias de vida que los han hecho más abiertos y más bondadosos que la
persona joven promedio. Una persona mayor ha tenido que soltar y rendirse a
menudo. De aquí crece una ecuanimidad que trae paz y felicidad. La persona
mayor le brinda un inmenso servicio a la sociedad y a sus semejantes más jóvenes
si es consciente de sus dones y los comparte. Den una mira honesta a lo que
necesita el mundo de hoy: ¿nuevos teléfonos, carros más veloces? No, más
sabiduría, calma y paz. ¿Y no es eso lo que los adultos mayores tienen para
ofrecer?
Vean lo relativo de los papeles que juega la gente. No lo tomen con
mucha seriedad.
La vida es un juego. La gente –léase adultos- que están completamente
involucrados en el juego asume su papel con demasiada seriedad. No se permitan
asociarse mucho al juego; mantengan alguna distancia. Vean a través de este;
observen a los actores como juegan su papel. Ver la sociedad humana como un
juego que la gente juega, facilita despojarse de los estándares y expectativas
en cuestión. Hace más fácil despojarse de los roles que ustedes jugaban
– como padres, jefes o empleados, etcétera – y abrirse a un nuevo capítulo en
su vidas.
Depositen confianza en su vida. Confíen en que la vida les traerá nuevas
experiencias, nuevos roles que se ajustan a quienes ustedes son ahora, no la
persona que eran. Al despojarse del pasado y rendirse se abren a lo nuevo, y
hasta pueden descubrir diferentes facetas de sí mismos. Si se aferran a algo
que ya nos les conviene, surgirá un sentimiento de vacío y pérdida. Confíen en
la vida y suelten.
No se identifiquen más con su cuerpo y con el mundo físico, sino con su
conciencia.
Identificarse con su rol en el mundo físico y social es divertido e
interesante siempre que sepan que es un juego. Durante un tiempo, están
completamente absortos en el mismo y entonces lo sueltan de nuevo. De esa forma
transitan una gran cantidad de experiencias y su alma se enriquece con eso. Es
natural que durante un cierto período de su vida se identifiquen con los roles
que juegan, pero también es natural que sientan en algún punto que es tiempo de
soltar y entender quiénes son más allá de ese rol. Se supone que esto sucede a
medida que envejecen.
Imaginen que manejan un auto. Si piensan que ustedes son el
auto, será terrible cuando algo le sucede al mismo. Si comprenden que son el
conductor, no es tan malo: saben que no son el auto y pueden salirse de este.
Párense ante el espejo y miren su reflejo: vean su cara que envejece.
Pero detrás de su cara, sus ojos, hay algo que no envejece y es atemporal: su
conciencia. Siéntanla. Al identificarse con su conciencia, y no con su
cuerpo que envejece, fluyen con el flujo natural de envejecimiento. Se
profundiza la conexión con quienes son verdaderamente, con la dimensión de su
alma. Esta percepción los hace brillar con sabiduría y paz.
Las bendiciones del envejecimiento
No hay nada malo con una población envejecida. Para empezar, las
personas mayores como promedio son más felices, así que una población que
envejece significa que la sociedad en su conjunto estará más contenta.
El crecimiento proporcional en la población que envejece también
significa un fin a la explosión desastrosa de población que ha provocado la
muerte de tantas especies animales y de plantas. Avanzamos hacia un
futuro con menos personas en la Tierra y por tanto la humanidad y la naturaleza
estarán en mayor equilibrio.
Como resultado del número creciente de personas mayores, será imposible
ignorarlas y menospreciarlas. La sociedad estará obligada a darle a los mayores
el lugar que les corresponde. Y los propios mayores tendrán el desafío de
entrar a ese lugar. La lógica absurda terminará, ya que desde el punto de vista
espiritual, retira de la sociedad a las personas que están en su edad más
fértil. Esto significa que los mayores ya no tendrán que esconderse, sino
permitir que su luz irradie.
Los adultos mayores traerán paz, sabiduría y tranquilidad a la sociedad.
La humanidad ha perdido su rumbo y está muy necesitada de la conexión con
la realidad atemporal del alma. Una sociedad que toma en serio las bendiciones
naturales y los dones del envejecimiento será una sociedad que se enfoca en la
armonía entre los seres humanos y la armonía con la Madre Tierra, en lugar de
perseguir el éxito y la explotación de nuestro planeta. También será una
sociedad en la cual habrá menos temor a la muerte y a la vejez. Envejecer se
percibirá como un proceso grácil y como un regreso gradual a la fuente de Luz
de la que todos venimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario